Ya han pasado unos cuantos días, así que no me acuerdo de cómo se llama… Pero lo que sí recuerdo es su presencia, su mirada firme y sus ganas de seguir construyendo desde su comunidad, pese a su avanzada edad. El día anterior habíamos llegado a la comunidad de la Garnacha. Nos la habían recomendado un@s amig@s como un lugar con unas vistas maravillosas y además con la extraña posibilidad de comer un queso de cabra “a lo suizo” que elaboran allá desde hace unos años, cuando les enseñaron a aprovechar el frescor y la humedad de la zona para hacer esta variante de queso que ahora les piden en muchos lugares como artículo de lujo. Varios carteles indicaban el camino a la Garnacha y su proyecto de “turismo comunitario”, con sus tres cabañas, su comedor, su tienda de artesanía…
Fue al día siguiente cuando le encontramos a él, delante de la entrada de su casa, invitándonos a ver las artesanías que su familia había realizado. Y allí nos fue contando… Nos dijo que él llegó a la zona cuando allí sólo había una casita, y que luego fueron más l@s que se animaron, y así vio crecer la comunidad poco a poco, y vio llegar la luz, la escuelita “que no es muy buena, pero ahí está por lo menos” y, finalmente, el proyecto de aprovechar el entorno natural para crear un proyecto de turismo comunitario, la promesa del desarrollo pleno… “Pero aunque se hable de que esto es para la comunidad, en realidad todo lo manejan dos familias. Usted va a la cabaña, y los 10 o 20 dólares que paga van a una familia. Y eso que se invirtió mucho dinero de fuera en ellas, y diciendo que eran para la comunidad. Usted va al comedor, o compra los quesos, y va para otra familia. ¿Y la comunidad? Nada, no vemos nada de ese dinero”.
Parece que esta historia la va contando a tod@s l@s que llegamos por allá, con la esperanza de que vuelva a aparecer la posibilidad de un nuevo proyecto que de verdad sea comunitario. Nos dijo que un@s español@s le dijeron que volverían para apoyarle en un proyecto que quiere montar con algunas mujeres que no tienen medio de subsistencia, para que hagan un horno de pan, para tener unas gallinas…
Es difícil, muy difícil, generar proyectos que realmente incluyan y desarrollen a toda la comunidad, que no sean aprovechados por l@s más dinámic@s para su beneficio personal, que no dejen a nadie fuera. Y en la distancia, con el compromiso puntual, limitado, al que se acostumbra muchas veces en la cooperación, es directamente imposible.
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