domingo, 25 de abril de 2010

Imposiciones

Esta mañana debatíamos sobre el asunto de la hiyab a raíz del caso de Pozuelo, y de nuevo se enmarañan las ideas, los conceptos, las perspectivas... Por eso me parece interesante el artículo de opinión de Antonio Orejudo que aparece hoy en Público. Acá lo dejo copiado.

En el sur, donde yo vivo, es frecuente ver a niñas con hiyab en la fila del cole. Muchas de ellas van luego a la universidad y les damos clase. A ellas y a las monjitas que de vez en cuando caen por allí. A ellas y a las erasmus francesas que vienen con sus velos en la cabeza. En mi universidad pensamos que no debe haber símbolos religiosos en los espacios públicos. Pero pensamos que esa norma sólo afecta a los espacios públicos, no a los ciudadanos que viven en ellos. En los colegios públicos, en los ministerios no debe haber crucifijos, pero los ciudadanos pueden tatuárselos en el bíceps. En la universidad las chicas gordas pueden incluso mostrar el elástico del tanga por encima de ese vaquero inverosímil que no sé cómo han logrado enfundarse. ¡Qué esclavitud para estas chicas seguir los dictados de la moda! Pero no. Ni siquiera en estos casos extremos les decimos cómo deben ir vestidas. No queremos liberarlas.Reconozco que a veces yo he tenido tentaciones de hacer lo mismo que ese claustro de profesores del colegio Camilo José Cela de Pozuelo de Alarcón. Confieso haber fantaseado con la idea de prohibir en el aula la ropa de marca. ¡Nada de zapatillas Nike en mi clase de literatura! ¡Terminantemente prohibido cambiar de móvil a mitad de curso! ¡A la universidad vais a venir en transporte público, nada de coches particulares! Alguien tiene que defender a estos chicos de la opresión a la que los someten las marcas de ropa, las compañías telefónicas y la industria automovilística. Pero no soy capaz de adoptar ese gesto de coraje que han tenido los compañeros de Pozuelo. Gracias a ellos el mundo es hoy más justo y las mujeres musulmanas —con Nawja a la cabeza— mucho más libres.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muchas gracias Dani, y muchas gracias Antonio Orejudo. Cómo él, yo tampoco estoy segura de que haga falta hacerse los libertadores de unas u otras, primero porque no estoy segura de que sean esclavas, y segundo porque muy a menudo la auténtica libertad llega de uno mismo- y si no que lo lo pregunten a los "liberados" iraquíes. En fin, que que injusticia tan grande (y que falta de inteligencia) que una niña musulmana no pueda aprender tranquilamente en nuestra libre España, ¡y todo en nombre de la libertad!

Beatriz Monje Barón