martes, 10 de septiembre de 2013

Filosofar como actividad de riesgo

Frente a esa imagen de la filosofía como algo aburrido y desconectado de la vida que se cultiva en algunos lugares, resulta necesario ofrecer una visión más profunda de lo que puede llegar a ser, como hace Marina Garcés  en su imprescindible libro "Un mundo común":



"El pensamiento como problema y no como solución, como pro­cedimiento absoluto y sin garantías que pone en juego, de manera comprometedora, nuestra relación con un tiempo y con un mundo común: ésta es la cuestión de la filosofía desde sus inicios. Esto es lo que hace de la filosofía un acto de indisciplina radical. No se trata de que sea más o menos crítica o más o menos revolucionaria. La fi­losofía es un acto de indisciplina o no es. La filosofía no se resume en el contenido de su discurso, en su palabra convertida en pura teoría, sino que es un compromiso con la verdad que se tiene que verificar en el cuerpo de quien la enuncia. En su cuerpo quiere decir: en su inscripción en el mundo, en su relación con los otros y con el propio tiempo. La filosofía es una línea de fuga, pero no un refugio; es soli­taria, pero no autosuficiente; es irreductible pero no soberana. El filó­sofo no es un sabio separado del mundo, ni un director general que da órdenes desde su despacho. Su palabra es la expresión siempre inaca­bada de un compromiso desencajado respecto a las representaciones que dominan su propio tiempo. (...)  Dejarse tocar, ser afectado por el efecto de verdad de nuestras palabras, tiene que ver con esta relación entre el paso atrás y el compromiso. Dejarse tocar no es entregarse sin condiciones, no es una afirmación sin reservas. Es un arte de la distancia capaz de encontrar la medida más justa de la proximidad.

El cuerpo del filósofo es, antes que nada, un cuerpo enamorado, aguijoneado por un deseo que lo lleva al encuentro de los otros. Fren­te a los tópicos del filósofo retirado del mundo, la filosofía nace con­tra el retiro del sabio y contra la distancia del sacerdote. Es un arte de calle que se practica caminando por las plazas, bebiendo y cenando con los amigos, participando de la vida de la ciudad sin dejarse enca­jar en ella. Sólo porqué es una práctica de sociabilidad desencajada, es también necesariamente un ejercicio radical de soledad. La filosofía es un uso de la palabra que afecta, así, la vida de quien la pronuncia y de quienes se tropiezan con ella.
"

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