viernes, 9 de febrero de 2018

Fragmentos, vínculos y espejismos

Sigo con la lectura de "Ahora", del Comité Invisible, y me encuentro con una revisión muy potente y cuestionadora sobre la alternancia construida entre lo individual y lo social, desmontada en un momento de identidades y experiencias tan fragmentarias. Interesante que lo planteen no como una perdida, sino más bien como una oportunidad de recuperar la centralidad de lo que nos va construyendo con otrxs: los vínculos.

Acá van a bocajarro algunos extractos, para leer una y varias veces...

"No hay jamás comunidad como entidad, solo como experiencia. Y se trata de la experiencia de la continuidad entre seres o con el mundo. En el amor, la amistad, experimentamos esa continuidad. No hay yo y el mundo, yo y los demás, hay yo, con los míos, en este pequeño pedazo del mundo que amo, irreductiblemente. Ya hay bastante belleza en el hecho de estar aquí y en ningún otro lugar.

Sin experiencia, aunque sea puntual, de la comunidad, nos morimos, nos deseamos, nos volvemos cínicos, duros, desérticos. Nuestra necesidad de comunidad es tan imperiosa que, tras haber arrasado todos los vínculos existentes, el capitalismo ya no carbura más que con la promesa de comunidad. ¿Qué son las redes sociales, las aplicaciones de citas, sino esa promesa perpetuamente incumplida?

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Sí desde hace tres buenos siglos individuo y sociedad no han cesado de afirmarse el uno a expensas del otro, es porque este dispositivo afinado y oscilante hace girar año tras año esa encantadora bobina llamada economía. Ahora bien, al contrario de lo que nos pinta la economía, lo que hay en la vida no son individuos dotados de toda la suerte de propiedades, de las que podrían hacer uso o de las que podrían deshacerse. Lo que hay en la vida son apegos, agenciamientos, seres situados que se mueven en todo un conjunto de vehículos.

¿Qué diferencia gramatical hay cuando yo hablo de "mi hermano" o de "mi barrio" y Warren Buffett dice "mi holding" o "mis acciones"? Ninguna. Y sin embargo, en un caso se habla de apego y en el otro de propiedad legal, de algo que me constituye por un lado y de un título que poseo por el otro. Solo sobre la base de tal confusión hemos podido figurarnos que un sujeto como la "Humanidad" podría existir. La "Humanidad", es decir, todos los hombres arrancados de forma similar de lo que teje su existencia determinada y fantasmaticamente reunidos en un enorme trasto inencontrable. 

La operación de la que vive la ficción social consiste en pisotear todo lo que conforme la experiencia situada de cada ser humano singular, borrar los vínculos que nos constituyen, negar los agenciamientos en los que entramos, para a continuación recuperar los átomos, bastante lisiados, así obtenidos y retomarlos en un vínculo completamente ficticio: el famoso y espectral vínculo social. De modo que contemplarse como ser social es siempre aprehenderse desde fuera, relacionarse consigo mismo haciendo abstracción de uno mismo.

Una sociedad es siempre una alianza, una asociación voluntaria a la que uno se adhiere y de la que uno se retira de acuerdo con sus intereses. Se trata, en definitiva, de una relación, de un "vínculo" en exterioridad, un "vínculo" que no toca nada de nosotros y del que uno se despide indemne, un "vínculo" sin contacto, y en consecuencia no se trata en absoluto de un vínculo.

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El genio de la operación económica consiste en ocultar el plano en el que comete sus fechorías, ese en el que libra su verdadera guerra: el plano de los vínculos. No sufrimos en cuanto individuos, sufrimos por intentar serlo. Como la entidad individual no existe ficticiamente más que desde el exterior, ser un individuo exige mantenerse fuera de sí, extranjeros de nosotros mismos; exige en el fondo renunciar a todo contacto tanto con uno mismo como con el mundo y con los otros.

Estamos compuestos por fragmentos, rebosamos de vidas menores. En hebreo, la palabra vida es un plural, al igual que la palabra rostro. Porque en una vida hay muchas vidas y en un rostro muchos rostros. Los vínculos entre los seres no se establecen de entidad a entidad. Todo vínculo va de fragmento de ser a fragmento de ser, de fragmento de ser a fragmento del mundo, de fragmento del mundo a fragmento del mundo. Se establece más acá y más allá de la escala individual. Agencia inmediatamente entre ellas porciones de seres que de golpe se descubren al mismo nivel, se experimentan como continuos. Esta unidad entre fragmentos es lo que se siente como comunidad. Un agenciamiento se produce. Todo encuentro recorta en nosotros un dominio propio en el que se mezclan indistintamente elementos del mundo del otro y de uno mismo. 

Amar no es nunca estar juntos, sino devenir juntos. Sí amor no deshiciese la unidad ficticia del ser, el otro no sería capaz de hacerme sufrir hasta ese punto.

Lo que la percepción en términos de vínculos viene a revocar positivamente es toda la alternativa entre lo individual y lo colectivo. Un "yo" que, en situación, suena justo puede ser un nosotros de una rara potencia. Del mismo modo, la felicidad propia de toda Comuna remite a la plenitud de las singularidades, a cierta calidad de los vínculos, el resplandor en su seno de cada fragmento del mundo."

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