Pues sí, tras cuatro años buscando los límites de hasta donde podía aguantar corriendo y tratando de enganchar a otr@s en esta dinámica, llega el momento de cambiar. Hoy ha sido la última carrera, la de despedida, que al tiempo servía también de despedida a un amigo que tan de cerca me viene acompañando desde hace muchos más años, y que ahora se va a Vietnam.
Eran sólo 10 km, lejos de las medias marathones y marathones completas que corrí solo y acompañado. Una distancia relativamente corta y que, sin embargo, se me ha hecho bien larga y sufrida. Tan solo en la media marathón de Segovia del año pasado, con sus cuestas infernales y el viento congelador, lo pasé tan mal como hoy.
Y es que el llevar tanto tiempo sin entrenar se nota. Pero es lo que tiene cerrar una puerta, pasar una etapa, supone decir un adiós que hace que no estemos preparad@s para volverla a abrir así como así.
Lo más emocionante fue ver que lo que no había desaparecido era el espíritu que conseguimos crear el año pasado, cuando nos preparamos para correr la marathón en grupo. La máxima de "que nadie se quede solo" se volvió a cumplir hoy. Pero esta vez no fui yo el que tuvo que esperar y acompañar a otr@, sino al revés, fui el esperado, el que necesito del ánimo del amigo cercano para poder dar paso tras paso, para no rendirme como el cuerpo me pedía continuamente.
Ya en una de las primeras medias marathones me pasó. Y entonces descubrí lo importante que era esa presencia cercana. Y ahora, en la despedida de este tipo de carreras, de nuevo vuelvo a encontrar a un amigo dispuesto a no abandonarme en mi debilidad.
A veces toca apoyar y otras veces no queda más opción que dejarse en manos del otro. Pero siempre, lo importante, es no enfrentarse sólo a esta búsqueda de dar nuevos pasos en el vacío. Quizás eso es lo más importante que he aprendido en estos años tan bonitos de correr y correr.
Ahora toca el cambio. El correr por la bici. En vez de golpear y golpear el suelo con cada paso, es momento de deslizarse, de aprovechar el perfil del terreno para dejarse llevar cuando se pueda y apretar los dientes cuando todo se ponga cuesta arriba. Pero siempre deslizándose, suavemente...
P.D. Gracias, Carlos, por este regalo...
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