Ayer llegaron a Madrid los dos "piratas" somalís capturados hace una semana. El bombardeo informativo no deja de acusarles duramente por el secuestro del atunero, presentándoles como gente sin piedad y capaz de todo. Personas a las que hay que temer, y mucho.
El caso es que ayer fui testigo del despliegue que les acompaña desde que han llegado a territorio español.Un pequeño ejército les vigila para que no escapen, dada su alta peligrosidad. Y sin embargo, a primera vista, la verdad es que no dan mucho miedo. Los dos son pequeños, fibrosos, y en ningún momento me parecieron agresivos. Lo que si me llamó la atención fue su mirada, llena de derrota y tristeza, pero al mismo tiempo tranquila.
No sé que hay detrás de esas miradas, no lo puedo imaginar. No sé cuál es su historia ni qué les ha llevado, personalmente, a participar en el apresamiento del barco en cuestión.
Pero lo que sí que sé es que pertenecen a uno de los países más pobres del mundo, de los más castigados por la violencia, y en cuya pobreza y sufrimiento los países más ricos tenemos una gran responsabilidad.
Porque se habla del secuestro de barcos, pero no de la pesca ilegal que roba alrededor de 450 millones de dólares en mariscos y peces en aguas somalís. Se presenta a estos "piratas" como una gran amenaza, pero no se habla de los riesgos que suponen para los somalís el haber sido convertido en un vertedero de basura radiactiva venida de nuestros países.
De hecho, este tema ha sido uno de los más censurados este año en los medios de comunicación, según denuncia Project Censored, donde aportan más información.
¿Quienes son los "piratas"? ¿Quien roba y mata a quién?
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