sábado, 9 de octubre de 2010

Leyendo el acontecimiento

A quien le interese profundizar en el campo de los “otros mundos posibles”, de los que tanto se habla en los últimos años en el movimiento alterglobalizador, y buscar sus raíces filosóficas así como el potencial que se esconde tras este enunciado de apariencia amable y flacída, una posibilidad es asomarse al libro de Maurizio Lazzarato “Por una política menor. Acontecimiento y política en las sociedades de control”. El autor realiza un recorrido denso pero muy interesante por diferentes autores, como Tarde, Deleuze, Bajtin y Foucault para analizar de manera crítica la mirada totalizadora y cerrada (tanto del capitalismo como del marxismo) de la sociedad y abrirla a la perspectiva de la multiplicidad como generadora de otros mundos posibles y al acontecimiento como elemento clave que abre la realidad a procesos incontrolables e imposibles de fijar a priori al ser construidos a partir de las relaciones y la cooperación que se da en la multiplicidad. La apuesta por la transformación social debe así apuntar hacia la apertura hacia el afuera, hacia lo nuevo, lo no fijado de antemano, construyendo paso a paso potenciando los “posibles” que cada un@ es capaz de generar y los que se generan también a través de la cooperación de cerebros.
Un galimatías para el que no esté acostumbrado a estos términos, que habrá que buscar la manera de hacer más inteligible para que no quede como reflexión exclusiva para iniciados.
Ahí va un pequeño fragmento interesante que puede ayudar a entender de qué va lo cosa, hablando de la palabra autoritaria y la palabra persuasiva:
“La palabra autoritaria no autoriza ningún juego con el contexto donde está inserta o con sus fronteras, (…) ni variaciones libres, creativas y estilizantes. (…) Hay que aceptarla completamente o rechazarla en bloque, porque está soldada a la autoridad (poder político, institución, personalidad).
(…)
La palabra ajena interiormente persuasiva nos revela posibilidades totalmente diferentes, precisamente porque no tiene autoridad, pero sí responsabilidad. Se entrelaza estrechamente con nuestra palabra dirigida a nosotros mismo y abre los espacios de creación de posibles. Su productividad creativa consiste en el hecho de que despierta en nosotros nuestro pensamiento y nuestra palabra autónoma, de que organiza desde dentro la masa de nuestras palabras, en lugar de permanecer en estado de aislamiento y de inmovilidad.”

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