Aparece hoy un artículo en El País ("Una paga para el que vive por error") que sirve en bandeja inquietudes y debates, al poner en primer plano la responsabilidad médica sobre el cuidado de la vida, y más en concreto sobre la validación de la misma en sus orígenes.
El artículo toma pie en la decisión del Tribunal Supremo de reconocer como daño patrimonial el diagnóstico prenatal erroneo de un niño con sindrome de Down. No sé si en todos los casos que se citan en el artículo se han producido errores médicos o han sido falsos negativos inevitables al realizar dichas pruebas pese a que se realicen de manera correcta y precisa.
Lo que me llama la atención es la posibilidad de reclamar por esa vida anómala que de esta manera se interpreta como un daño patrimonial. De esta manera, una vida que surge de manera natural de la relación entre dos personas, si manifiesta una serie de anormalidades genéticas, se convierte en responsabilidad directa del estado (o quién corresponda en cada caso), o al menos lo es su detección para que los progenitores puedan decidir si continuar o no con el embarazo.
Se exige así un visado sobre la vida que permita clasificarla en "malformada" o "sin problemas". Exigimos que se nos proteja de la vida anómala, de la vida que nos puede amenazar, y que se nos indemnice en caso de error, de invasión por parte de este tipo de vida "no deseada".
Y, al mismo tiempo, la instauración de estos entramados de diagnósticos preventivos no hacen sino reforzar la dimensión "problemática" o "anómala" de estas vidas, de estas otras vidas que, de esta manera, se nos invita a rechazar. Porque si no, ¿para que intentar detectarlas?
Inquietante la reflexión que aparece al final del artículo de una madre de una niña con sindrome de Edwards: "Yo no lo dudé, tuve claro desde el principio que quería tenerla; pero lo que piensa la gente en general es que debes abortar, y mi sensación en aquellos tres meses era que no se luchaba igual por los niños que tenían estos problemas".
¿Cuál es el papel de la medicina en este campo? ¿Donde empieza y termina el juego de responsabilidades respecto a las diferentes vidas? ¿Qué mensajes se van construyendo con las prácticas institucionalizadas?
Muchas preguntas, ninguna certeza...
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