domingo, 6 de julio de 2014

Una vez fuera, no hay vuelta atrás

Un nuevo texto-joya de Belén Gopegui aparecido en Diagonal:

 
Dictadura, transición, de entrada no, recortes, penurias, luchas, 15M, samba de mi esperanza ahora por unas elecciones donde los votos cambian de bando. Todo tiene grieta, dice la canción, así es como entra la luz. Y ella va haciendo crack en medio de una mezcla de materiales, conflictos, carencias, y oye decir que así es también como entra la sombra. En todo, o en casi todo, puede haber una palabra dicha a destiempo, una discusión que no debió tenerse, un procedimiento mal llevado, gentes que no cumplieron su tarea y en cambio acapararon lo que no era suyo. En todo hay rozamiento, fricción, pero la inercia tiende a convertirlos en pretexto perfecto para regresar, para no intentar, para mirar desde lejos y agazaparse allí donde la política es una tarea lejana, dulce cuando se critica, punzante cuando se sufren sus consecuencias.
Rimbaud, que execraba la miseria, temía al invierno porque era la estación del confort, la de quedarse en casa cuando hay casa y cuando no, sufrir la lluvia, el frío. Execra ahora la inercia y su cara opuesta, la ilusión vana de quien espera y, sin hacer, escribe nombres en el vaho del cristal. Entre las dos vive cuanto se está construyendo: movimientos, organizaciones, espacios comunes ganados al patio particular, luchas que no cesan. Dicen los portavoces de la inercia que al final será como siempre y no habrá apenas cambios, la clase dominante perderá unos votos, reestructurará unas cuantas relaciones de fuerzas, hará algún ademán que vuelva preferible la miseria al desorden, su perpetuación al miedo. Empujan los portavoces hasta ese punto en donde la modificación no se produce, preparan el arrepentimiento por lo que no se intentó. Al otro lado, los expertos en ilusión vana dicen que bastarán los votos y los cargos, que no habrá resistencia y que las leyes hacen la realidad. Sin hacer caso a ninguno, vive su tranquila determinación de no volver.
No volverá a casa como quien abandona, seguirá afuera, en organizaciones con meses o siglos de lucha, en frentes pequeños y distintos o en uno solo y general. Cuando llegue el momento, se trenzarán las redes, se habitarán las instituciones y quizá lleve tiempo. Pero entre tanto no volverá al confort de lo ya sabido ni entrará de nuevo en aquel envase donde la guardaron para mejor mirarla. Pues los envases cerrados no se unen, no se abrazan y nunca se desbordan.

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