jueves, 5 de febrero de 2015

"Para que la señora pueda tener un desahucio pacífico..."

"Venimos para que la señora pueda tener un desahucio pacífico"

Pronunció varias veces la frase durante los primeros momentos de diálogo. Bien armado y protegido, con el casco en la cintura y un buen chaleco, como corresponde a un antidisturbios de hoy en día.

"Venimos para que la señora pueda tener un desahucio pacífico"

Jéssica ya había dicho que no iba a oponer resistencia, no le encontraba sentido. Ellos lo sabían, habían hablado con ella antes, pero aún así vinieron decenas de antidisturbios para animarla a que cumpliera su palabra.



"Venimos para que la señora pueda tener un desahucio pacífico"

La calle, cortada al tráfico y al paseo. Idas y venidas constantes de policías bien armados y protegidos. Enfrente, un número similar de personas que habíamos acudido en apoyo de Jéssica y su familia, sin más armas que nuestros cuerpos y nuestra palabra.
"Venimos para que la señora pueda tener un desahucio pacífico"

Frente al cuestionamiento de quiénes allí estábamos y la invitación a que actuaran en conciencia propia, la respuesta siempre era la misma: ellos sólo cumplían órdenes, si queríamos hablar deberíamos dirigirnos al juzgado o a la Junta Municipal.

"Venimos para que la señora pueda tener un desahucio pacífico" 

De nada servía citar la Constitución, apelar a su código ético, hablar de Derechos Humanos. Frustrado ante el despliegue de argumentos y cuestionamientos, el policía que habla con las personas allí concentradas zanja el diálogo con un "No me soltéis charlas"

"Venimos para que la señora pueda tener un desahucio pacífico"

Los antidisturbios se concentran, se colocan los cascos y avanzan en formación, rápidos, como queriendo acabar lo antes posible con esta concentración de gente que incordia y cuestiona el normal funcionamiento de "la ley".

"Venimos para que la señora pueda tener un desahucio pacífico"

No parece que la cosa vaya a ir a mayores. Jéssica ha subido con algunos compañeros para bajar las cosas que quedan en la casa. Es lo único que queda. Pero el jefe de la unidad se impacienta y quiere demostrar quien manda: "Le dejamos que baje las cosas, pero os vais todos fuera de aquí salvo quienes están arriba. Y le doy ocho minutos para bajar las cosas"

"Venimos para que la señora pueda tener un desahucio pacífico"
Alguien debería explicarle a este jefe de unidad que tratando de amedrentar y humillar va a desencadenar el que la gente se aferre a su dignidad y demuestre que, con miedo o sin él, no quieren ser tratados como despojos. Nos sentamos delante de la puerta, sin más. En silencio.

"Venimos para que la señora pueda tener un desahucio pacífico"
Ya pueden ponerse a lo suyo. Amenazan en voz alta con llevarnos a comisaría, nos van levantando persona a persona, aprovechando para "regalar" algunos golpes al descuido y retorciendo muñecas y brazos, aunque no se haga resistencia. No me queda claro si es desahogo, ensañamiento o un protocolo educativo para incitar a la buena obediencia.
"Venimos para que la señora pueda tener un desahucio pacífico"
Nos identifican. Nos llevan fuera del cordón policial. Esperamos a que baje Jéssica, con su marido. Están rotos, destrozados. En la calle.
"Venimos para que la señora pueda tener un desahucio pacífico"
Alguien ha llamado al SAMUR para atender las lesiones de muñeca y golpes que algunas personas han sufrido y también a Jéssica y a su marido. Pero la policía no deja pasar a la ambulancia. La calle está cortada. Tampoco nos deja acercarnos a la ambulancia andando. La calle está cortada. Esperamos un rato. Nada.

"Venimos para que la señora pueda tener un desahucio pacífico"
Damos un rodeo para llegar hasta el SAMUR. Cuando llegamos encontramos que la ambulancia ha pasado. Pero a nosotros no nos dejan hacer el mismo camino andando. Parece una broma macabra. Volvemos a dar el rodeo de vuelta al principio.

"Venimos para que la señora pueda tener un desahucio pacífico"
El SAMUR atiende a varias personas. La policía de repente abandona el lugar. Se restablece el tráfico, pero la ambulancia sigue parada en medio de la calle, no se puede pasar. La gente de los coches se impacienta. El cerrajero que ha cambiado la cerradura de la casa se encuentra atrapado en su coche en medio de un grupo grande de personas que le increpa por haber hecho lo que ha hecho. La policía le deja vendido, abandonado, en medio de quienes venían a frenar el desahucio.

"Venimos para que la señora pueda tener un desahucio pacífico"
El sentido común vence a la rabia y no hay más que palabras durante algunos minutos. Poco a poco se encuentra una solución al caos generado por la estampida policial.
"Venimos para que la señora pueda tener un desahucio pacífico"
Todo vuelve a la normalidad. Todo menos la vida de Jéssica y su marido. Les han echado a la calle, enfrentados al miedo y a la impotencia de no saber que techo y que seguridades poder ofrecer a sus hijos para que puedan construir su futuro.

"Venimos para que la señora pueda tener un desahucio pacífico"
No es posible un desahucio pacífico. Un desahucio es violencia, destrozo, dolor, terror. Y sobre esta violencia, más aún. Así es el "orden" de las cosas. O mejor, dicho, así quieren ordenar que sean.

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