Se acerca el fin de un ciclo... Dentro de unos días acabaré la residencia de medicina familiar y comunitaria, y ya empiezan a llover preguntas sobre qué haré, donde trabajaré, qué opciones hay o busco...
Haber terminado todo este periodo de especialización como médico hace dificil pensar en otras posibilidades que no sean las ofrecidas para este perfil profesional. Luego ya vendrá la parte de cómo encajar las inquietudes que uno lleva consigo, buscar la manera de no traicionarse y seguir disfrutando con lo que se hace, ¿no?
Pero el caso es que yo no termino de ver muy claro mi papel profesional. No ya cómo médico, sino incluso el que tenga que encuadrarme en una profesión determinada para poder estar en el mundo y en la sociedad.
Desde que la descubrí, me maravilló la opción del voluntariado permanente que se ofrece en el Movimiento Cuarto Mundo. Una posibilidad de comprometer tu vida y tu persona al lado de los más pobres. Una búsqueda sobre cómo hacer posible un caminar compartido y con las mínimas barreras posibles, donde poder entrar a jugar todos con las mismas cartas en la mano: las cartas de la propia vida de cada uno. Para evitar esa asimetría en la que unos ponen su vida y su intimidad en juego mientras que otros se pueden proteger tras las cartas de la profesionalidad.
¿Qué es primero? ¿El desarrollo profesional o el desarrollo personal? ¿Hasta que punto se potencian o se entorpecen?
Al final, si algo he aprendido en este tiempo de trabajo como médico, es que los encuentros más terapéuticos y liberadores han sido los que han permitido un cara a cara real entre dos personas con sus esperanzas y sus miedos, con sus capacidades y defectos, con el ansia de detectar lo mejor de cada uno para poder asociarse y así transformar la realidad que hace sufrir.
Por supuesto que de algo hay que comer. Por supuesto que hay que compartir lo que se ha aprendido y que puede ayudar a otros. Pero esto puede darse de mil maneras y formas posibles. Unas hay que encontrarlas. Otras, crearlas.
1 comentario:
Amigo Dani,
Aquí te estamos esperando. Besos.
Beatriz Monje Barón
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