viernes, 23 de noviembre de 2012

Un regalo glorioso

Ahora que vuelvo a abrir las páginas de libros infantiles, de repente aparecen nuevamente esas poesías de Gloria Fuertes con las que tanto disfruté, y que años después volví a saborear en su faceta más adulta. Porque Gloria era mucha Gloria, y entendía la poesía como un regalo que como tal hay que agradecerle y saborear. Acá van unas pequeñas muestras...


Escribo

Escribo sin modelo
A lo que salga,
Escribo de memoria
  De repente,
Escribo sobre mí,
   Sobre la gente,
Como un trágico juego
Sin cartas solitario,
Barajo los colores,
  Los amores,
Las urbanas personas
Las violentas palabras
Y en vez de echarme al odio
O a la calle,
Escribo a lo que salga.


Arte poética

Escribo como escribo,
A veces deliberadamente mal,
Para que os llegue bien.


No perdamos el tiempo

Si el mar es infinito y tiene redes,
si su música sale de la ola,
si el alba es roja y el ocaso verde,
si la selva es lujuria y la luna caricia,
si la rosa se abre y perfuma la casa,
si la niña se ríe y perfuma la vida,
si el amor va y me besa y me deja temblando.
¿Qué importancia tiene todo esto,
mientras haya en mi barrio una mesa sin patas,
un niño sin zapatos o un contable tosiendo,
un banquete de cáscaras,
un concierto de perros,
una ópera de sarna?
Debemos inquietarnos por curar las simientes,
por vendar corazones y escribir el poema
que a todos nos contagie.
Y crear esa frase que abrace todo el mundo;
los poetas debiéramos arrancar las espadas,
inventar más colores y escribir padrenuestros.
Ir dejando las risas en la boca del túnel,
y no decir lo inti1no, sino cantar al corro;
no cantar a la luna, no cantar a la novia,
no escribir unas décimas, no fabricar sonetos.
Debemos, pues sabemos, gritar al poderoso,
gritar eso que digo, que hay bastantes viviendo
debajo de las latas con lo puesto y aullando,
y madres que a sus hijos no peinan a diario,
y padres que madrugan y no van al teatro.
Adornar al humilde poniéndole en el hombro
                                             nuestro verso;
cantar al que no canta y ayudarle es lo sano.
Asediar usureros y con rara paciencia convencerles
                                             sin asco.
Trillar en la labranza, bajar a alguna mina;
ser buzo una semana, visitar los asilos,
las cárceles, las ruinas; jugar con los párvulos,
danzar en las leproserías.
Poetas, no perdamos el tiempo, trabajemos,
que al corazón le llega poca sangre.

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