lunes, 11 de enero de 2016

Atrapad@s en la escalera

Genial la reflexión de Freinet compartida en su blog por Rafa Cofiño:

"Vais a buscar muy lejos los elementos básicos de vuestra pedagogía. Son necesarias consideraciones intelectuales y vocablos herméticos cuyo secreto poseen solamente los universitarios. Es tradicional referirse a Rabelais, Montaigne y J.J. Rousseau, para hablar sólo de los pensadores cuya reputación es, desde hace tiempo, inatacable.
Pero, ¿estáis seguros de que la mayoría de estas ideas que los intelectuales creen haber descubierto no corren ya por el pueblo desde siempre y de que el error escolástico no es el que las ha minimizado y deformado en su esencia para monopolizarlas y esclavizarlas?"
"El pedagogo había preparado sus métodos minuciosamente; había establecido científicamente, decía, la escalera que debía permitir el acceso a los diversos estadios del conocimiento; había medido experimentalmente la altura de los peldaños para adaptarla a las posibilidades normales de las piernas infantiles; había colocado, aquí y allá, un descansillo cómodo para tomar aliento, y la barandilla solícita sujetaba a los principiantes.
El pedagogo se irritaba no con la escalera, concebida y construida científicamente, sino con los niños que parecían insensibles a su solicitud.
Se irritaba porque todo sucedía normalmente cuando él estaba presente vigilando el ascenso metódico de la escalera, peldaño a peldaño, respirando en los descansillos y agarrados a la barandilla. Pero si se ausentaba un momento, ¡qué desastre y qué desorden! Solamente seguían subiendo metódicamente, peldaño a peldaño, agarrándose a la barandilla y respirando en los descansillos los individuos a los que la escuela había marcado suficientemente con su autoridad, como aquellos perros de pastor a los que la vida ha educado para seguir pasivamente a su dueño y que se han resignado a no obedecer ya más a su naturaleza de perros franqueando senderos y malezas.
La pandilla de niños se entregaba a sus instintos y hallaba de nuevo sus necesidades; uno subía la escalera a gatas; otro tomaba impulso y trepaba por los peldaños de dos en dos, saltándose los descansillos; incluso había quienes intentaban subir de espaldas, y, a fe mía, adquirían en ello cierta maestría. Pero, sobre todo, increíble paradoja, estaban aquellos –y eran la mayoría- para los que la escalera estaba demasiado falta de atractivos y aventuras, y que, rodeando la casa, agarrándose a los canalones, franqueando las balaustradas, llegaban arriba en un tiempo récord, mucho mejor y más rápido que por la escalera llamada metódica, y, una vez arriba, bajaban por la barandilla como por un tobogán... para volver a empezar esta ascensión apasionante.
El pedagogo persigue a los individuos que se obstinan en no subir por las vías que él considera normales. ¿Se ha preguntado si, por azar, su ciencia de la escalera no será una falsa ciencia, y si no habrá otras vías más rápidas y más saludables, que procedan por saltos y por zancadas; si no habrá, según la imagen de Víctor Hugo, una pedagogía de las águilas que no suben por la escalera?"

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