viernes, 28 de noviembre de 2008

Un mensaje claro, claro

Varias chabolas cayeron de nuevo bajo la fuerza de las piquetas en Cañada Real. Esta vez fue en la zona más pobre, donde viven muchas familias gitanas rumanas. En teoría el plan era tirar sólo las chabolas deshabitadas y los muros de antiguas construcciones que amenazaban ruina. Tampoco era tan mala idea a priori, ¿no?

El caso es que si sólo era eso lo que se perseguía, hay muchas cosas que no cuadran, como por ejemplo el no haber planificado la operación con l@s vecin@s que viven allí ni con los trabajadores que trabajan en la zona y que conocen a la población, o el tremendo despliegue, no sólo de excavadoras y técnicos, sino también de policia, con antidisturbios y todo, aparte del comodín del Samur Social como excusa por lo que pueda pasar o decirse... Tremendo gasto para tirar cuatro chabolas abandonadas...

Más bien parece que lo que realmente interesaba era dejar claro el mensaje: Aquí manda quien manda, y estas familias no son bienvenidas. Lo único que preocupa realmente es cómo hacer para que no molesten, para que no se acumulen, para que desaparezcan, aunque haya que realizar operaciones de maquillaje para disimular este abandono sin escándalo de la opinión pública. Pero los hechos denuncian la realidad: mientras se habla de cómo mejorar las condiciones de salubridad de la zona, una de las construcciones derribadas ha sido la letrina comunitaria construida por l@s propi@s vecin@s. Lo primero es lo primero, y no es precisamente trabajar por la población.

La piqueta, destrozando con enorme facilidad las casas de madera y los muros de piedra recuerda a estas familias la fragilidad de su posición, la amenaza contínua que se cierne sobre ellas. Algún día la chabola derribada puede ser la suya, y no se podrá hacer nada para evitarlo.

Ese sentimiento de impotencia tiene raices profundas en ellas. Toda una vida de expulsión en expulsión hace que no se sientan merecedores de algo que no sean el desprecio o la pena lastimera. Ni hablar de derechos, ni hablar de enfrentarse a la autoridad para defender lo suyo. Esta dinámica les ha llevado a desarrollar otros mecanismos: por ejemplo, tras haber abierto zanjas enormes con la excavadora (con el consiguiente peligro para l@s niñ@s de caerse en ellas) para evitar que allí se construyan nuevas chabolas, las mujeres tardaron tan sólo un minuto en coger palas y ponerse a rellenarlas.

Un pequeño ejemplo que me parece muy revelador: un policía señala que una de las chabolas está deshabitada pese a tener un colchón dentro y al testimonio de dos trabajador@s que llevan ya dos años en la zona. Su excusa es que al tener sólo un colchón estaba seguro de que lo acababa de meter la mujer que alli estaba para que pareciera habitada sin estarlo. No entendía que ese colchón fuera su única posesión. Esta visto que en nuestra querida ciudad de Madrid, si no tienes, si no posees algo material, no eres digno más que de la sospecha y la amenaza.

No hay comentarios: