En el día a día a veces uno pierde la perspectiva, presionado por una lista que reduce los tiempos de encuentro a su mínima expresión. Sin embargo, lo bonito de la medicina de familia es que por otro lado te ofrece la posibilidad de expandir este tiempo a lo largo de las semanas, de los meses, de los años, y a lo ancho de los diferentes ambitos de la persona, de la familia, de la comunidad.
Así, poco a poco se te van ofreciendo piezas de un puzzle que te ayuda a ir entendiendo mejor quién es esa persona que entra en la consulta, que vive, que siente, que busca, que espera.
El problema es que la demanda de salud como objeto de consumo existente en nuestra sociedad y la presión de la industria por transformar el papel del médico en el de puro expendedor de novedades "terapéuticas" termina (o empieza) tergiversando y contaminando la cosa, haciendo olvidar lo esencial de ese rol, de ese espacio, de esa relación.
Te enfrentas a síntomas que acallar, a enfermedades que curar, a situaciones que transformar... Y, sin embargo, no puedes borrar del todo aquellos momentos en los que no hay nada en tu mano que puedas hacer para acallar, para curar, para transformar... En esos momentos aparece en toda su dimensión lo que para mí es la clave de la medicina de familia y comunitaria: el acompañamiento. Cuando no se puede ofrecer otra cosa, queda el seguir presente al lado de la persona. Lo más valioso.
Sinceramente, no sé muy bien a cuánta gente he hecho ganar años de vida, a cuántos he ayudado dando con el medicamento clave para controlar su dolor, a cuántos he derivado con buen criterio al "especialista".
Porque ahora mismo lo que me viene a la mente y al corazón es la suerte que he tenido de haber podido conocer de manera tan cercana a tanta gente que lucha por conseguir lo mejor para ellos y los de su entorno; de ser testigo de su esfuerzo y sus capacidades para superar las dificultades, a veces descomunales; de asomarme a momentos de dolor y de alegría que van transformando la vida de cada persona y la mía también.
Frente a eso, lo que he intentado es ofrecer un espacio donde poder hablar, expresarse, llorar y reír según lo que el cuerpo iba pidiendo; un espacio donde sentirse acogido y en el que recibir el reto de asumir la responsabilidad del propio cuidado; un espacio en el que yo dejara de mandar tanto como mi inseguridad me pedía.
Así, las imágenes "triunfantes" de estos años que me asaltan ahora mismo están llenas de acuerdos realizados, de lágrimas y risas compartidas, de abrazos, de caricias...
Tantas caricias dadas, tantas recibidas, tantas pendientes... Y tan necesarias...
P.D. Como no dar las gracias también a todos los compañeros de este proceso,
en especial a Jesús y Jara, a Marta, a Cecilia, a Bea y Santi,
a Rosa, a Pedro y Elena, a Victoria y a Lola,
y especialmente al maestro de la caricia bien dada, Juan Luis
6 comentarios:
Vaya Dani, me has pillado sensible y me he emocionado un poco leyendo tu texto. Gracias por compartir de esta manera tus sentimientos al terminar la residencia. Espero que el futuro te depare grandes cosas, que sigas apostando y dandote a los demás como lo has hecho hasta ahora pues habrás conseguido el mayor de los éxitos posibles en la vida.
Un abrazo grande y mis mejores deseos.
David (el de guadalupe!!!!)
Pues entonces estamos iguales, yo también me emocioné al escribirlo...
Es lo que tiene el poder estar cerca de la gente, a poco que abras espacio para compartir te van conquistando.
También lo mejor para tí, a ver si conseguimos crear cuantos más espacios de este tipo mejor.
Un abrazo fuerte,
dandindan
Daniel que bueno que la síntesis de estos cuatro años sea la escucha, el acompañamiento, el cariño y el buen hacer profesional.
Tu compromiso es genial, enriquecedor y ademas tierno y silencioso.
En la población has dejado muchas pistas para poder seguir adelante.
También yo me he emocionado
Juan Luis RG
Pues si esto he sacado de estos cuatro años será porque he tenido un buen maestro, ¿no?
Muchas gracias por todo,
dandindan
Con la lágrima en la mejilla, pero con una sonrisa muy amplia te escribo.
¡Muchas gracias por todo!
El maestro que has tenido y que tengo es de indiscutible valía (nunca encontraré las palabras para expresar la ayuda que siempre muestra); pero tú también eres un maestro.
Recuerda lo que siempre te recuerdo que me enseñaste entre otras cosas.
Lo dejo aquí por si a alguien más le viene bien...
"El león no es tan fiero como parece. Suerte." (en referencia a mi primera guardia...)
"A andar se aprende andando"
Te deseo todo lo mejor. Un millón de gracias por todo, de corazón.
Me has hecho crecer mucho como persona y por lo tanto, también como profesional.
Espero que ésto no sea una despedida, aunque suene a ello.
Me voy a verte y a darte un abrazo, ¡mi querido Rmayor!
Joder, ahora soy yo el que trata de esconder la lágrima... Lo bueno de esto es que es un toma y daca, que siempre seguimos aprendiendo unos de otros. Gracias a tí por enseñarme a través de tu disponibilidad y tus ganas de aprender, tu amor a la profesión, tu energía...
¡Al final todos somos maestros en lo nuestro!
Un besote fuerte. Seguimos en contacto.
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