jueves, 24 de noviembre de 2011

Las cuentas claras (y II)

Ya que estamos en tiempos de aplicar recetas, viene bien rescatar estos datos que ofrecen en el libro Crisis y revolución en Europa. People of Europe, Rise Up!, del Observatorio Metropolitano:

"Según Eurostat, el gasto público en prestaciones sociales de la Unión Europea, que incluye las principales partidas del Estado de bienestar salvo las transferencias monetarias, perdió un punto en relación al PIB europeo entre 2000 y 2007, y sólo entonces se vio impulsado de nuevo por efecto de la reacción automática de los mecanismos de protección frente a la crisis. En un país como Alemania, el gasto social público ha perdido hasta tres puntos en relación al PIB durante ese mismo periodo. Sin duda, los planes de austeridad que se aplican desde 2010 han producido tanto recortes de financiación como nuevos avances en la reestructuración pro-mercado de los servicios públicos. 

Como no podía ser de otra manera, la retirada del Estado social y de las medidas de redistribución, impuestas por la ortodoxia neoliberal, han sido un factor crucial en la desposesión de importantes sectores sociales. Una sola cifra puede condensar esta tendencia: Europa cuenta ya con más de 100 millones de pobres, aquellos cuyos ingresos no alcanzan el 60 % de la renta nacional per cápita de sus respectivos países. Las cifras de Eurostat muestran crecimientos espectaculares durante la década de los dosmil (1999-2010). En la mayoría de los países europeos el número de pobres ha crecido por encima del 50 %. La población por debajo del umbral de pobreza se ha más que duplicado en los países bálticos, ha crecido en un 80 % en Polonia, la República Checa y Grecia, y en un 60 % en España. Tampoco los cuatro grandes países centrales han escapado a este problema. En Italia el número de pobres ha crecido en un 54 %, en Reino Unido y en Francia en torno al  40 % y en Alemania un 35 %; cada uno de estos Estados pre-senta cifras absolutas en torno a los diez millones de pobres. Como no podía ser de otra manera, la precariedad laboral, el control salarial y el ataque sobre las transferencias sociales, seguido después de las fracturas sociales que está produ-ciendo la crisis, han hecho aumentar rápidamente las cifras de población de escasos recursos.

(...)

Lo que propiamente deberíamos considerar como un vasto programa de empobrecimiento social está lejos, no obstante, de ser una mera consecuencia natural del actual modelo económico. Sin la colaboración activa de las políticas públicas los resultados hubieran sido mucho más modestos. La pieza central aquí son las políticas fiscales. Casi todos los Estados llevan ya más de una década rebajando las tasas impositivas sobre las grandes empresas y las rentas de capital, al tiempo que trasladan sobre el consumo y las rentas del trabajo la mayor parte de la recaudación fiscal. Basta decir que en los últimos 15 años, el tipo máximo del impuesto sobre la renta ha perdido más de 10 puntos de media en los países dela UE.


(...)

Las fracturas internas de la Unión (Este-Oeste y Norte-Sur) son, sin embargo, menos explosivas, al menos por el momento, que aquellas que atraviesan la deshilachada es-tructura social de las grandes ciudades europeas. Las desigualdades se vuelven completamente intolerables cuando conviven en el mismo espacio. Y esto lo que ocurre en las principales regiones metropolitanas de la Unión como París, Londres, Madrid, Berlín, Milán, Bruselas, etc. Todas ellas ciudades con una importante proyección global, grandes centros financieros, cuarteles de invierno de las mayores corporaciones europeas, catedrales del consumo global y escaparates del modo de vida de la clase directiva europea; pero también fábricas de servicios que emplean a decenas de millones de trabajadores precarios y mal pagados, muchas veces de origen transnacional y con un acceso a los servicios y a los derechos sociales cada vez más frágil. Dicho de otro modo, en estas grandes ciudades conviven la mayor ostentación con la precariedad más extrema, los grandes centros de poder del continente con un collage social y cultural condenado a rendirle trabajo a precios irrisorios. Las fronteras de renta que a veces existen entre un barrio y otro, por ejemplo entre el centro financiero de la City de Londres y el viejo East London convertido en la mayor concentración de población de origen indio de Europa, son mayores que las que hay entre el Primer y el Tercer Mundo. Un único dato: la diferencia entre el patrimonio del 10 % más rico de esta misma ciudad y el 10 % más pobre, se acerca a las 300 veces. 

La crisis urbana en ciernes no es, por lo tanto, un resultado que sobreviene con la crisis económica. Ésta se ha labrado a lo largo de las últimas décadas, por medio del desmantelamiento del Estado social que sufren especialmente los más pobres, de la desregulación de los mercados de trabajo que precariza fundamentalmente los nichos de empleo más descualificado, del abandono de las políticas de vivienda social que expulsa a estas poblaciones a los barrios más degradados, pero también por medio de un tozudo racismo institucional."

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