L@s que están ahí quedan reducid@s a meros cuerpos que hay que mantener con vida mientras desde arriba se decide su futuro. Ell@s no deciden nada. Ni siquiera lo que van a hacer por la noche, pues hay horarios que cumplir si no quieren dormir en la calle. Hombres y mujeres hech@s y derech@s tienen que pedir permiso como si fueran niñ@s para llegar más tarde de lo marcado algún día.
Queda claro quién manda aquí. Están fuera de su tierra, y hay que hacerlo notar. Aquí somos nosotr@s l@s que ponemos las normas, l@s que decidimos sobre sus propias vidas.
A algun@s esto les deja encerrad@s en su impotencia: “Hay gente que no sale casi del CETI, están todo el día pensando, en la cama, no hacen nada”. Otr@s, sin embargo, se lanzan a la búsqueda de algo que hacer, de una afirmación de su capacidad, de su existencia, de su poder. Y eso les mantiene viv@s, viv@s de verdad.
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Completando el panorama, un grupo de indios se lanzaron desde el CETI hacia el bosque hace más de un año reivindicando su derecho a no ser expulsados, a ver reconocida su situación y denunciando el perverso sistema en el que se encuentran atrapad@s.
Más de un año viviendo en el monte, en casas de cartón, aguantando el viento, las lluvias, el miedo a ser atrapad@s... Y sin embargo, como dice la hermana Paula, consiguen humanizar cualquier entorno y hacer que sus casitas sean auténticos hogares dispuestos a acoger al que pase por allí, incluidos los gatos que tienen su casita propia… No basta con sobrevivir, sino que se preocupan de recordarse, con mil y un detalles, lo humanos que son, la necesidad que tienen de cuidarse y de cuidar.
Más de un año después no se han dejado vencer por el desánimo, pese a la cerrazón del gobierno a reconocer su situación. Inventan mil y una maneras de hacerse ver, de comunicar su necesidad y su esperanza. Son gente en pie, en lucha, con un objetivo y una conciencia clara de que son ell@s l@s principales protagonistas de la construcción de su futuro. Saliendo del CETI nos robaron el poder sobre sus vidas y se apropiaron de ellas. La decisión de expulsarles o darles papeles está en manos del gobierno. Pero ellos han decidido emplear todos sus esfuerzos y capacidades en transformar la posición negativa de este. Y eso es lo que les hace poderosos, la elección de hacerse cargo de su propia vida, de su propia lucha.
Quizás por eso, pese a tanto dolor, sean capaces de reír tanto, de abrazar tanto…
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