El año pasado corrí el maratón de Madrid por primera vez. Lo empezamos en pareja y lo terminé sólo, sufriendo como en condenado, arrastrándome pero feliz por haber conseguido alcanzar algo tan soñado y que parecía tan inalcanzable, peleando por llegar a meta sin desfallecer.
Este año todo ha sido diferente. Pese a tener la referencia del pasado, una pequeña lesión de hace 3 días me tenía en vilo. También la incertidumbre de que tal irían Luis, Esteban, Carlos, de si conseguiríamos correr como otras veces o la realidad de la maratón terminaría rompiéndonos, individual o colectivamente.
Y ahora, recordando, creo que ahí es donde ha empezado para mí lo más bonito: descubrir a Carlos esperando con paciencia hasta donde pudo aguantar, poder acompañar el tremendo esfuerzo mantenido de Esteban por seguir adelante pese a todas las dificultades, dolores y cansancios, terminar la carrera con Luis, acabar lo que que año pasado dejamos incompleto cuando de repente soñamos con correr juntos una maratón pero que al final no pudimos culminar en compañía... Abrazados, como en todas nuestras carreras, atravesamos la meta, emocionados, sin querer separarnos. En estos años han sido muchos kilómetros compartidos, muchos esfuerzos, muchos ánimos que nos hemos tenido que dar, muchas veces que nos hemos tenido que esperar... Siempre para no dejarnos solos, hasta el último esfuerzo.
Entrando nos hemos rendido un homenaje a nosotros mismos. A los cuatro, a nuestro querer ir juntos hasta donde podamos, a nuestro soñar con nuevos retos por afrontar, a nuestra capacidad de sufrir, acompañar y disfrutar.
El año pasado me emocioné en la meta llegando solo, sufriendo. Este año me he emocionado aún más mientras disfrutaba de la llegada en compañía.
Un triunfo de nuestro equipo.
Gracias Carlos, gracias Esteban, gracias Luis. Y, por supuesto, a tod@s l@s animador@s que han ido apareciendo por todo el recorrido: Carmen, Sole, Kike, Roberto, y como no, don Nicolás y mi compa, María. ¡Gracias a tod@s!
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