Hay que reconocer que el día 22 tiene una magia especial, con sus niños cantores de premios, las teles volando de un lugar a otro de la península para recoger felices testimonios de "tapador@s de agujeros", con botellas y risas por doquier.
Y sin embargo, no puedo evitar que toda esta parafernalia me dé mucha rabia. Pasar por donde "Doña Manolita" y ver las colas gigantes que dan la vuelta a la manzana durante todo el mes de diciembre, enfrentar la obligación de la compra del décimo del trabajo o entorno grupal similar, ser testigo de cómo se van depositando tantos dineros y esperanzas en algo que... no es ni más ni menos que una lotería. Juntar el dinero de tanta gente para luego repartir el 70%. ¡Todo un negocio! Vamos, si me dedico a juntar dinero de colegas y les digo que luego le doy al premiado el 70% de lo recaudado, creo que me corren... Y más si la cantidad de la que hablamos son 2.700 millones de euros, que parece ser que es lo que nos hemos gastado este año.
Pero aparte del dinero, lo que más pena me da es ver cómo, año tras año, se depositan tantas esperanzas alrededor de este evento. Nuestra capacidad de soñar, de cambiar, de transformar se lanza desbocada agarrada de la mano de la lotería, para luego dejarla dormir de nuevo. ¿Porqué no somos capaces de seguir soñando, no ya con recibir un dinero, por mucho que sea, sino con la transformación del mundo cercano y lejano en un lugar más habitable? ¿Porqué somos capaces de dejar tanto dinero y esfuerzo (si no, que se lo digan a l@s de las colas de Doña Manolita) y luego no sabemos invertir las mismas fuerzas en buscar abrazos, miradas, encuentros...? ¿En qué se podrían invertir esos 2.700 millones loteros, que transformaciones podríamos iniciar con ellos?
Y el problema es que esta dinámica va invadiendo otros ámbitos, y se instrumentaliza de mala manera desde altas instancias. Para muestra, el incentivo que este mes han recibido los médicos que, supuestamente, hayan sabido gestionar bien las bajas laborales. Hasta 1700 euros por profesional. Sin quedar claros los criterios que se han usado, cómo se ha valorado el manejo de éstas, sin haber avisado previamente... Así, llegan dos mensajes potentes para profesionales que no tengan el tema muy claro: por un lado, la prioridad es disminuir el gasto, de donde sea, y a costa de lo que sea, incluyendo la salud de la gente; por otro, aplica este criterio en todo momento y lugar, porque aunque no lo sepas ahora, puedes verte recompensado a posteriori... Es otra manera de jugar a la lotería, de probar suerte a ver si en algún momento y lugar alguien se decide a premiar tu "buen" hacer.
La vida parece convertirse así en una lotería, en la que seguir las instrucciones para saber cómo y cuando comprar los boletos y, luego, esperar a ver... Si cae dinero, porque otra cosa no llega por esta vía.
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