jueves, 24 de diciembre de 2009

Antes de Cophenague

Acabo de empezar a leer el libro de Ivan Illich "Energía y Equidad", y desde las primeras páginas me vuelve a sorprender la actualidad de su pensamiento, pese a insertarse en la realidad de los años 70. Y es que aunque ahora andemos con cumbres y fiebres "ecológicas" y el decrecimiento parezca un planteamiento revolucionario, ya hubo gente que exploró con inteligencia estos campos y denunció como podían manipularse...

Para muestra, unos botones:


  • Creer en la posibilidad de altos niveles de energía limpia como solución a todos los males, representa un error de juicio político. Es imaginar que la equidad en la participación del poder y el consumo de energía pueden crecer juntos. Víctimas de esta ilusión, los hombres industrializados no ponen el menor límite al crecimiento en el consumo de energía, y este crecimiento continúa con el único fin de proveer cada vez a más gente de más productos de una industria controlada cada vez por menos gente. Prevalece la ilusión de que una revolución política, al suprimir los errores técnicos de las industrias presentes, crearía la posibilidad de distribuir equitativamente el disfrute del bien producido, a la par que el poder de control sobre lo que se produce. Es mi tarea analizar esta ilusión. (...) El socialismo exige, para la realización de sus ideales, un cierto nivel en el uso de la energía: no puede venir a pie, ni puede venir en coche, sino solamente a velocidad de bicicleta.
  • Existe un momento en el que el uso de energía ambiental excede por un determinado múltiplo el total de la energía metabólica humana disponible. Una vez rebasada esta cuota de alerta, inevitablemente los individuos y los grupos de base tienen que abdicar progresivamente del control sobre su futuro y someterse siempre más a una tecnocracia regida por la lógica de sus instrumentos.
  • El hombre es el ser consciente de su espacio vital y de su limitación temporal. Integra a los dos por medio de su acción, es decir, mediante la aplicación de su energía a sus circunstancias concretas. (...) La energía, transformada en trabajo físico le permite integrar su espacio y su tiempo. Privado de energía suficiente se ve condenado a ser un simple espectador inmóvil en un espacio que le oprime. Usando sus manos y pies transforma el espacio, simple territorio para el animal, en casa y patria. Aumentando la eficiencia en la aplicación de su propia energía lo embellece. Aprendiendo a usar nuevas fuentes de energía lo expande y lo pone en peligro. Más allá de un cierto punto, el uso de energía motorizada inevitablemente empieza a oprimirlo. Es mi hipótesis que no puede existir una sociedad que merezca el calificativo de "socialista" cuando la energía mecánica que utiliza aplasta al hombre e, inevitablemente, pasado un cierto punto, la energía mecánica tiene tal efecto. 
  • El motor mediatiza su relación al medio ambiente y pronto lo enajena de tal manera que depende del motor para definir su poder político. El usuario está condicionado a creer que el motor aumenta la capacidad de los miembros de una sociedad de participar en el proceso político. Él perdió la fe en el poder político de caminar.
Se puede leer en línea el libro entero

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