miércoles, 10 de febrero de 2010

Violencia y Exclusión (II): la violencia en familia

Resulta fácil e inevitable indignarse frente al grito, el golpe, el desprecio que se puede encontrar entre miembros de una familia que vive en la pobreza.

Resulta fácil, así, juzgar y encontrar culpables, descargar la responsabilidad exclusivamente sobre los hombros del padre, la madre, el chaval o chavala...

Resulta fácil...

Sin embargo, a poco que seamos capaces de permanecer, escuchar, luchar por abrir la mirada más allá de lo inmediato, el cuadro se ira complicando y ya no será tan fácil describir con cuatro pinceladas gordas la violencia que se vive en esa familia.

Porque de repente nuevos elementos, nuevas rupturas, nuevas violencias, se incorporarán al paisaje.

Así, podremos descubrir la violenta impotencia sufrida por un padre que se siente fracasado en sus esfuerzos por mantener a su familia, por traer alimento a casa, por aporar algo de seguridad, una esperanza para el futuro; por una madre que se aferra a sus hij@s con firmeza para arrancarles de la oscuridad de la miseria, pero enfrentando día a día los comentarios y juicios de un@s y otr@s, vecin@s, profesor@s, trabajador@s sociales... que no hacen más que anunciarle el fracaso constante en su esfuerzo, incluso lanzando la amenaza de robarle el cuidado de sus seres más queridos; por un@s niñ@s que, como tod@s l@s niñ@s, sueñan con un papá y una mamá que todo lo pueden, en quién se puede confiar, pero que crecen siendo testigos de las humillaciones y desprecios que éstos reciben al ser tratados como si ell@s también fueran niñ@s...

La impotencia, la rabia, la desesperanza, el "quiero y no puedo" constante, martillean la vida familiar y la llenan de momentos de desencuentro.

Y, sin embargo, frente a esta tormenta de violencias, se reafirma una capacidad fundamental: la de seguir junt@s, pese a todo, porque la fuerza y la esperanza nacen también a diario en este espacio compartido. Seguir junt@s, no abandonarse un@s a otr@s... Por amor, por respeto, por confianza, por que no hay otra posibilidad... Cada caso es un mundo particular, y mucho de esto se escapa de mi comprensión. Pero tantas veces se ha impuesto esta voluntad de continuar junt@s para hacer frente a una vida tan machacada por la violencia, que no puedo menos que dejar constancia de ello.

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