Interesante cuestión planteada por Bauman en su libro Ética Postmoderna:
"El Otro es reconstruido como mi creación. (...) Ahora soy yo quien dice qué ordena la orden. (...) "El Otro para quién soy" es mi propia interpretación de esa presencia silenciosa y provocativa.
(...)
Y siguiendo su propia lógica, imperceptible y subrepticiamente, sin culpa ni mala voluntad de mi parte, el cariño se ha convertido en poder. La responsabilidad ha dado origen a la opresión. (...) Porque soy responsable y no esquivo mi responsabilidad debo obligar al Otro a someterse a lo que yo, conforme a mi mejor conciencia, interpreto como "su propio bien". No tiene sentido acusarme de codicia o posesividad, ni siquiera de egotismo; sigo actuando en beneficio del Otro, sigo siendo un yo moral, indiferente al interés propio, que no calcula los costos y está dispuesto al sacrificio.
(...)
Si no actúo conforme a mi interpretación del bienestar del Otro, ¿acaso no soy culpable de una indiferencia pecaminosa? Y, si lo hago, ¿hasta donde debo seguir rompiendo la resistencia del Otro? ¿Cuánta de su autonomía debo quitarle?"
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