Di, Jesucristo, ¿por qué
me besan tanto los pies?
Soy San Pedro aquí sentado,
en bronce inmovilizado,
no puedo mirar de lado
ni pegar un puntapié,
pues tengo los pies gastados,
como ves.
Haz un milagro, Señor.
Déjame bajar al río,
volver a ser pescador, que es lo mío.
Pero al mismo tiempo, siendo justos, es necesario completar esta acertada descripción del anquilosamiento jerárquico que desde hace tiempo se ha adueñado de la iglesia (me parece muy acertada la imagen de la inmovilidad de la estatua... para llegar a ser papa ésta puede ser una de las principales virtudes que hace falta atesorar, muy lejos de la "santidad" que se les presupone) con este otro texto de Javier Baeza, que nos acerca a la vivencia del compromiso como clave de una fe, que pese a todo, sigue vivo.
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