Parece que ya no basta con encerrar el sufrimiento y la injusticia entre los muros de la compasión asistencialista y reconfortante, o con empujarlos lejos de nuestra vista con una buena dosis de indiferencia. Parece que los atentados contra la dignidad humana van instalándose como parte del espectáculo permanente en el que creemos vivir. Ejemplos en los medios de comunicación, muchos y constantes... Pero no es suficiente, demasiadas barreras todavía. Hay que acercarse a la arena manchada de sangre para poder oler, tocar, sentir la realidad...
Al menos eso es lo que refleja la nueva modalidad de turismo negro, que ofrece acercar al cliente a lugares marcados por la violencia del narcotráfico, la persecución de los inmigrantes, el abandono y la pobreza. Hay ejemplos en México, en Brasil, y posiblemente en algunos otros lugares también...
¿Hasta dónde estamos dispuestos a llegar en este esfuerzo deshumanizador?
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