viernes, 13 de abril de 2012

Sobre las redes sociales

 Una reflexión interesante de Guillermo Zapata sobre las redes sociales aparecido en Diagonal:

Las redes sociales eres tú, que te las trabajas

Memética básica: las redes sociales hicieron las revueltas en los países árabes, las redes sociales hicieron el 15M. Contrameme reactivo: las redes son aparatos de control social, las redes sociales son fotos de gatitos y Justin Bieber.

No podemos decir que las redes sociales no hayan contribuido a los procesos de intensa transformación social que estamos viviendo. (Y por “intensa transformación social” me refiero tanto a la primavera árabe como a Justin Bieber). Tampoco podemos decir que sin ellas no habría procesos de transformación social. (Sorpresa, sorpresa. Los ha habido ya antes). La variable, entonces, quizá no esté tanto en las propias redes como en la forma en la que las redes han sido (están siendo) socialmente construidas. El paisaje urbano, por ejemplo, no está determinado tan sólo por las paredes de ladrillo visto de los bloques de la clase trabajadora de los años ‘70, sino también por los graffiti que los hijos y las hijas de dicha clase pintan sobre dichas paredes.

Facebook fue, durante mucho tiempo, el sitio en el que colgar las fotos del veraneo, redescubrir a los amigos olvidados y aprovechar su estructura panóptica para espiar a tu ex y sufrir las consecuencias. Twitter fue, durante mucho tiempo, el sitio en el que periodistas y famosos creaban noticias de la nada y donde la “masa enfurecida” linchaba de aquí para allá generando pequeños momentos de superioridad moral pseudopropagandística. Pero ahora son, además, otra cosa. Son el espacio expresivo de una composición social que, cruzada por la crisis y la emergencia de nuevos sujetos políticos, se ha vuelto subjetividad política que las interviene y redefine sistemáticamente. Esa subjetividad ha ocupado esas redes por muchos motivos, pero podemos señalar al menos dos que creo que son determinantes: es lo que esa composición social tiene a mano y es el único lugar donde podría expresarse esa subjetividad.

Hablamos de una composición social amplia y compleja, que hace su vida al completo orbitando alrededor de la red, para la que la conexión es la forma de integración social más intensa y para la que la conversación (y el compartir) son la única forma de componer un lazo social a su altura. Esta composición se encuentra, a la vez, en un panorama mediático/expresivo absolutamente refractario a sus deseos, dudas, miedos, etc. En esas circunstancias, las redes sociales se han presentado como el lugar perfecto principalmente porque estaban por hacer. Porque eran territorio nuevo, inexplorado, donde las reglas estaban aún por definirse, como una carrera espacial de nuevo tipo. Las redes sociales son, entonces, un territorio. El famoso ciberespacio ya ha demostrado que es tan real como la calle o el campo. Es un lugar que se está construyendo.

No olvidemos, sin embargo, que ese lugar, como pasa con las calles o el campo, ha sido levantado tanto por comunidades anónimas en cooperación, como por empresas que han parasitado (o no) los frutos de esa cooperación. Que Facebook yTwitter son empresas que extraen su beneficio a partir de nuestra expresión lingüística y nuestra capacidad de construirlas una y otra vez. No somos usuarios de un servicio, sino fuerza de trabajo de una empresa.

Tener esto en cuenta no es un argumento reaccionario contra las redes. Declarar nuestra condición de trabajadores y trabajadoras de esas empresas no le quita potencia al trabajo que ya hemos realizado ni al territorio que ya hemos conquistado, porque ha definido esos lugares de forma que ya no hay manera de volver atrás. Pero sí nos obliga a pensar, si trabajamos para estas empresas de nuevo tiempo, ¿qué derechos tenemos? ¿Cómo repartiremos la riqueza que generamos? ¿Qué retornos nos deben esas empresas? Ése es el siguiente paso, una vez sabemos que esto no es temporal y que estamos aquí (en la red) para quedarnos.

1 comentario:

RogelioCardenas dijo...

Me ha parecido muy interesante esta reflexión, merece la pena seguir con ese rún rún...