El silencio invade el final de una de las películas más controvertidas e inquietantes de los últimos tiempos, "Canino", de Giorgos Lanthimos. Una película que o te atrapa o la rechazas, que no deja espacio para puntos intermedios en su recorrido por relaciones de poder que supuestamente protegen y aseguran la vida, aún a costa de anularla en su propia singularidad, llevando al límite la cuestión sobre los puntos de fuga posibles a este control.
Y ese silencio permite que se vayan poniendo voces a todos esos sentimientos que a lo largo del film asaltan la visión del mismo. Sentimientos de extrañeza, de angustia, de curiosidad, de rechazo, de lástima... Sentimientos múltiples, abiertos, que abren al diálogo, no ya de lo visto, sino de hasta que punto la película no ofrece sino espejos deformantes de una realidad más cercana a la experiencia "normalizadora" de la sociedad actual y de la propia vida. He ahí lo más inquietante para mí de este cúmulo de imágenes y palabras cruzadas.
Dice el director que se centra en el análisis de la familia, y a ese nivel me parece que la película se queda corta por unos lados y se excede por otros. Sin embargo, como reflejo de nuestra sociedad de control como decía Deleuze resuenan muchos elementos, muchas realidades, muchas...
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