viernes, 15 de julio de 2011

Un@ tras otr@

Hay familias enteras condenadas al fracaso, atrapadas por dinámicas que parecen no tener salida... Un@ tras otr@, los diferentes miembros de la familia van siendo marcados, estigmatizados como fracasados, y esto parece justificar su situación de pobreza y exclusión.


Asimismo, los hijos de estas familias frecuentemente se encuentran entre los señalados como “fracasados” escolares. Son evidentes sus dificultades, sus ausencias se hacen frecuentes, y terminan abandonando antes de lo que “deberían”. De esta manera, el estigma se actualiza, y se justifica su permanencia en los márgenes de la sociedad, como si nada hubiera cambiado respecto a la situación de sus padres y abuelos. Parece que nada avanza, que no progresan...


Sin embargo, con una mirada más amplia y más perspectiva, podemos descubrir que se van dando pasos, lentos pero seguros. Y es que, cuando hay tanto camino por recorrer para poder tener un lugar entre los demás niños de la escuela, no se puede ir muy rápido. Pero se avanza, claro que se avanza.


Conozco muchas familias cuyos padres y madres jamás pisaron la escuela. No saben leer ni escribir, como mucho reconocen los números. Sus hijos mayores, que ahora ya son adultos, fueron los primeros en cruzar sus puertas, todo un sueño: “Jamás pensé que mis hijos podrían ir al colegio”. No duraron mucho allí, es cierto, pero abrieron camino para que los más pequeños pudieran encontrar natural el ir, como los demás niños y niñas, a la escuela. Así, desde esa mayor normalidad, consiguieron aprender a leer y a escribir, a hacer algunas cuentas básicas. También abandonaron, en su mayor parte, pero llevándose ese tesoro a cuestas. 


Ahora ya es tiempo de los nietos, los hijos de aquellos primeros colonizadores de la escuela, que apoyándose en sus predecesores pueden soñar con llegar más lejos que ellos. Quizás no hasta el final del recorrido, pero si dando un paso más allá, aportando su granito de arena a este esfuerzo colectivo que viene de lejos y que apunta más lejos todavía. Si miramos un caso en un momento concreto, puede parecer un fracaso. Si admiramos el proceso familiar apoyado en el tiempo, unos éxitos propulsan a otros.


Paloma, ahora que escribe con soltura, ha decido recoger por escrito los poemas que su abuelo inventaba y aprendía de memoria. Es su manera de agradecer los esfuerzos familiares que la han permitido llegar hasta donde esta. Es su manera de de reconciliar tiempo pasado, presente y futuro. Es lo que la puede permitir soñar con que su progreso será continuado por otros, como lo fue el de sus padres y abuelos, transformando los supuestos fracasos en signos de esperanza. 

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