jueves, 29 de diciembre de 2011

Lo llaman democracia y... ¿qué es? (y IV)

 Última entrega de fragmentos del libro de Ranciere, "El odio a la democracia":

"Que el crecimiento del capital y los intereses de los inversores tengan sus leyes, que dependan de una matemática especial, se admite fácilmente. Que estas leyes entren en contradicción con los límites puestos por los sistemas nacionales de legislación social es igualmente claro. Pero que sean leyes ineluctables a las cuales es vano oponerse, y que prometan, para las generaciones futuras, una prosperidad que amerita el sacrificio de estos sistemas de protección, no es ya asunto de ciencia, sino de fe.

(...)

La «ignorancia» reprochada al pueblo es simplemente su falta de fe. De hecho, la fe histórica ha cambiado de campo. Hoy parece el patrimonio de los gobiernos y de sus expertos.

(...)

Declarándose simples gestores de las recaídas locales de la necesidad histórica mundial, nuestros gobiernos se aplican a expulsar el suplemento democrático. Inventando instituciones supra-estatales que no son Estados en sí mismas, realizan el fin inmanente a su práctica misma: despolitizar los asuntos políticos, ubicarlos en lugares que son no-lugares, que no dejan espacio a la invención democrática de lugares polémicos. Así, los Estados y sus expertos pueden entenderse tranquilamente entre sí. La «constitución europea», sometida a las desgracias que se conocen, ilustra muy bien esta lógica.

(...)

El supuesto debilitamiento de los Estados-nación en el espacio europeo o mundial es una perspectiva engañosa. La nueva repartición de los poderes entre capitalismo internacional y Estados nacionales tiende antes al refuerzo de los Estados que a su debilitamiento. Los mismos Estados que abdican de sus privilegios ante la exigencia de la libre circulación de los capitales, los reencuentran enseguida para cerrar sus fronteras a la libre circulación de los pobres del planeta a la búsqueda de trabajo. Y la guerra declarada al «Estado providencia» testimonia una ambivalencia semejante. (...) Luchando contra este Estado mítico, se atacan precisamente las instituciones de solidariedad no estatales, que eran también los lugares de formación y de ejercicio de otras competencias, de otras capacidades para ocuparse de lo común, y del porvenir común, que las de las elites gubernamentales. El resultado es el refuerzo de un Estado que se torna directamente responsable de la salud y de la vida de los individuos.

(...)

La democracia no es ni esta forma de gobierno que permite a la oligarquía reinar en nombre del pueblo, ni esta forma de sociedad que regla el poder de la mercadería. Es la acción que sin cesar arranca a los gobiernos oligárquicos el monopolio de la vida pública, y a la riqueza la omnipotencia sobre las vidas. Es la potencia que debe, hoy más que nunca, batirse contra la confusión de los poderes en una sola y misma ley de dominación."


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