miércoles, 2 de mayo de 2012

Persecución y fragilidad

Lleva días circulando por ahí un texto realmente terrorífico llamado Señoría, que resume y ata cabos entre diferentes historias que muestran lo vulnerables que podemos ser ante la prepotencia de quienes tienen poder para decidir sobre nuestras vidas de manera directa. A grandes trazos (aunque para quién tenga más tiempo merece la pena leer el texto completo) la historia que refleja es:

Primera historia

El 4 de febrero de 2006 Patricia Heras, se cortó el pelo como un tablero de ajedrez, rapándoselo a cuadrados, y luego se fue de juerga con su amigo Alf hasta bien entrada la madrugada. 

Mientras, en Sant Pere més Baix cuatro agentes de la Guardia Urbana desalojaban un centro okupa propiedad del Ayuntamiento de Barcelona donde se celebraba una fiesta no autorizada. Había más de 3000 personas y hubo resistencia. Acuden muchos más policías. Un guardia sufre una fractura del hueso parietal (parte superior del cráneo) por un objeto que alguien lanza. Por la mañana el alcalde Joan Clos recibe un informe policial y declara ante la prensa que el objeto fue una maceta que alguien arrojó desde un balcón, recuerda este dato. La Guardia también detiene a otros tres chicos que pasaban por la calle: Rodrigo Andrés Lanza, Álex Cisternas y Juan Pintos y a cinco personas más. Todos los heridos, detenidos y guardias, van al Hospital del Mar.

Cerca de allí, Patricia y Alf terminan la fiesta, cogen la bici para retirarse y tienen un accidente. Él se da un golpe en la cabeza, poca cosa pero con bastante sangre, y ella sufre magulladuras. Llaman a una ambulancia y les llevan al hospital. Incluso les llevan la bicicleta. El hospital es el Hospital del Mar.

En la sala de espera están los guardias, los detenidos y Patricia, esperando para que le hagan una radiografía. Los guardias están furiosos por sus compañeros heridos y porque el del macetazo va a quedar tetrapléjico. Basta el pelo rapado a cuadrados de Patricia para que los guardias concluyan que forma parte de los "okupas" y sale del hospital esposada, sin bicicleta y acusada en lo que desde entonces se conoce como el "caso 4-F".

El único testimonio que acusaba a Patricia Heras y a los tres chicos era el de los agentes. La juez no investiga nada, sólo actúa según el testimonio de los policías Bakari Samyang Dávila (nº 24.147) y Víctor Bayona Viedma (nº 24.751). 

A Rodrigo, el acusado de la pedrada que provocó la tetraplejia, le cayeron cuatro años y medio de prisión por atentado a la autoridad, falta de lesiones dolosas y lesiones imprudentes, además de una indemnización millonaria. A Álex y Juan, tres años y tres meses por atentado a la autoridad y lesiones dolosas más una multa de 6 euros durante 40 días. A Patricia le cayeron tres años. Los recursos ante el Supremo se perdieron e incluso aumentaron la condena para los chicos. Está pendiente el recurso ante el Constitucional. 

Seis meses después de recibir el tercer grado, el 26 de abril de 2011, mientras estaba preparando las cosas para ir a dormir a la cárcel, Patricia se suicidó tirándose por el balcón. 

Segunda historia

Víctor Bayona y Bakari Samyang son condenados por una falta consumada de lesiones a una multa de 35 días y por un delito consumado de torturas graves a dos años y tres meses de prisión y a ocho años y tres meses de inhabilitación absoluta. La denuncia fue por haber golpeado y detenido a quién defendió a una mujer que no quiso tener relaciones con uno de ellos.

El testimonio de estos dos delincuentes condenados por torturas y falsedad fue lo único que se utilizó para condenar a Rodrigo, Álex, Juan y Patricia. Los tres primeros declararon y denunciaron que estos dos delincuentes les habían torturado. El testimonio de dos agentes que ahora se ha demostrado que cometieron torturas y falsedad fue suficiente para la juez de instrucción, para la Audiencia Provincial y para el Tribunal Supremo.

Tercera historia

Hace casi un mes que Ismael Benito y Daniel Ayyash están en prisión preventiva en la cárcel de Quatre Camins por su presunta participación en los disturbios de la huelga del 29M. Los Mossos d'Esquadra les acusan de desórdenes públicos por manifestarse y cortar el tráfico y de daños materiales por quemar dos contenedores valorados en 4.000 euros.

En su auto la juez dice textualmente que hay riesgo de fuga y un "alto pronóstico de comisión pasada y futura de hechos análogos" durante el 1 de mayo, la cumbre del Banco Central Europeo (BCE) y el partido Barça-Espanyol, por lo que les amplía la acusación para que los delitos sumen cinco años y medio, así ya los puede poner en prisión provisional. El conseller Felip Puig apoya la medida.

La juez que instruyó el caso de Rodrigo, Álex, Juan y Patricia es la misma que instruye el caso de Daniel e Ismael. Es la titular del Juzgado de Instrucción nº 18 de Barcelona, Carmen García Martínez.


Junto con ellos ha sido también detenida la secretaria de organización de la CGT, Laura, cómo recoge en su artículo Guillem Martinez, para la que se ha decretado prisión indefinida por el momento:


Para la permanencia en prisión de Laura se han argumentado fenómenos paranormales, como su reiteración delictiva –un exotismo jurídico para alguien sin antecedentes-, o el inminente riesgo de fuga –Laura vive con su hija y disfruta de un trabajo fijo-. A los pocos días de su encarcelamiento, además, fue trasladada lejos de la ciudad en la que viven su familia y sus amigos, de manera sorprendente y arbitraria. El ministro de Justicia ha reconocido que para retener en la cárcel a Laura −y a Dani e Isma, ciudadanos barceloneses encarcelados desde la mañana del 29M, acusados de hechos acecidos por la tarde−, había sido necesario “forzar el ordenamiento jurídico”. Y forzar esas cosas consiste en privarlas de su sentido. Consiste en el sinsentido. Consiste en volver a estéticas de la detención propias de décadas anteriores. Consiste en visualizar, en su brutalidad, la fragilidad en la que han caído los derechos civiles. Consiste, en fin, en visualizar la fragilidad, a secas. Y todo ello obliga a hablar de nuestra fragilidad. 


(...)

Laura es, por todo ello, fragilidad. Pero no es la única fragilidad en la plaza. Desde hace un año, amplias capas de la sociedad hemos salido a la calle. De manera horizontal, indignados, sin violencia. Hemos visto en el rostro de los demás nuestro rostro frágil. Y hemos protestado. Protestamos porque nuestro único valor es el de ser mercancías, porque la presión que ejercieron en su día, pese a su fragilidad, nuestros padres y abuelos, ha sido disipada, de manera que hoy somos mucho más frágiles. Nuestro trabajo, nuestra casa, nuestra escuela, nuestra comida, nuestra salud, nuestro acceso a la democracia, nuestro futuro, nuestra vejez, nuestra relación con la ley, es pura fragilidad. Todos juntos valemos menos que otras cosas más sólidas, como una oficina, un contenedor, una puerta de cristal de la Bolsa. Vivimos una sola vez, somos absolutamente frágiles y no podemos disfrutar de ello, sino temerlo. Somos miles, millones, de personas frágiles en la calle. No nos distinguimos. El hecho de que se haya decidido detener a Laura, a una anarquista, es anecdótico. Laura es una región de nuestra fragilidad tan amplia, que Laura podría ser cualquiera de nosotros.

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