Leyendo el libro de Bauman de Trabajo, Consumismo y Nuevos Pobres, que ya tiene algunos añitos (es anterior a su periodo "líquido"), en el que realiza una reflexión sobre el cambio que se ha producido en el paso de la modernidad dominada por la producción a la postmodernidad consumista y cómo eso afecta a la visión que se tiene sobre los que viven en la pobreza, aparece una conclusión que merece la pena tener en cuenta. Se refiere a cómo la sociedad encara e integra la realidad de la pobreza, y como hasta ahora "los pobres" tenían una función concreta dentro de la sociedad: fueron los mediadores de la salvación hasta la Edad Media y posteriormente la reserva de mano de obra para ser utilizada como fuerza de trabajo. Pero ahora, en este momento en el que la religión cada vez tiene menos peso y en el que el trabajo se ha convertido en algo secundario desde el punto de vista del capital (ya que lo que interesa es el consumo), ¿qué puede aportar la figura del pobre?
Bauman llega a la conclusión de que ha perdido su función, o que en todo caso sirve como figura atemorizadora para el resto de la sociedad. Esto permite romper los lazos que nos hacen corresponsable de su suerte, y así se le puede culpabilizar individualmente de su suerte, primer paso para poder reducir la solidaridad organizada desde el estado (y con ella el estado del bienestar). No se espera nada de él (o ella), más que no moleste, que no se mueva, que se invisibilice...
La represión como única respuesta a aquellos que terminan siendo criminalizados. Da miedo... Sobre todo cuando lo piensas y descubres que no va muy desencaminada la cosa...
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