Aparecido en Público 10-12-2010
El espacio informativo está invadido. Parece que no hay otro problema en España que el de l@s controlador@s con su alarmante estado consiguiente, y por las rendijas de este conflicto se va asomando el culebrón de los documentos filtrados por Wikileaks y la búsqueda y captura del terrible Assange.
Si un@ se deja avasallar por todo estos ciclones informativos, pareciera que efectivamente estamos ante un momento excepcional. En el caso del conflicto en el espacio aéreo español, sonroja un poco pensar que por primera vez en los últimos treinta años se ha declarado el estado de alarma, como si esta fuera la situación más grave que se ha vivido en el país en todo este periodo (y mira que han pasado cosas, con intento de golpe de estado y todo), como reflexiona Isaac Rosa en su columna diaria.
En el caso de los documentos filtrados, la desproporción no es tan clara por el momento, habrá que dar tiempo al tiempo para ver lo que esto supone a todos los niveles. En el fondo tampoco ha aparecido nada que no imagináramos, aunque se confirman ciertas suposiciones que dan miedo. Quizás por eso han originado revuelo pero no revuelta. Lo que si que ha provocado la movilización de la gente y recogidas de firmas masivas ha sido la burda persecución del cabeza de cartel de Wikileaks y la desfachatez con la que se le quiere transformar de acusador en acusado.
Cuando los derechos fundamentales son violados, es necesario unirse para hacerlos respetar, parafraseando a Joseph Wresinski. La libertad de información y la libertad de movimiento (que no es exactamente lo mismo que la libertad de tomar un avión) son esenciales. Pero su llamada se construía en torno a la fractura de derechos que sufren l@s que viven en la extrema pobreza. Una realidad que permanece silenciada por la costumbre de asumirlo como algo normal e inevitable. Ojalá este aspecto fuera también considerado como primera plana por los medios, ojalá saltaran las alarmas ante la persistencia del hambre y la exclusión, ojalá se pusieran en pie de guerra contra esta injusticia los tribunales y las gentes anónimas.
P.D. Tanto utilizar a los militares como salvadores de la patria y héroes humanitarios han terminado consiguiendo que el ejército sea la institución más valorada por los españoles. Si algunos levantaran la cabeza, ¡qué contentos se pondrían al ver que por fin nos dejamos convencer de las bondades de las armas y el militarismo!
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