No sé si es sólo impresión mía, pero este año la avalancha de felicitaciones informáticas ha sido realmente espectacular, casi dan ganas de descartarlas directamente por no agobiarse a mirar unas y otras. Pero el caso es que entre ellas llegan también pequeños regalos, pequeñas joyas, que creo que merece la pena compartir.
Una de ellas es un anuncio, pero aún así creo que merece la pena rescatarlo por su original y divertida manera de actualizar la Navidad.
Y la otra, un texto de sempiterno Galeano que viene que ni pintado para enfocar bien el nuevo año:
Ojalá seamos dignos de la desesperada esperanza.
Ojalá podamos tener el coraje de estar solos y la valentía de arriesgarnos a estar juntos, porque de nada sirve un diente fuera de la boca, ni un dedo fuera de la mano.
Ojalá podamos ser desobedientes, cada vez que recibimos órdenes que humillan nuestra conciencia o violan nuestro sentido común.
Ojalá podamos merecer que nos llamen locos, como han sido llamadas locas las Madres de Plaza de Mayo, por cometer la locura de negarnos a olvidar en los tiempos de la amnesia obligatoria.
Ojalá podamos ser tan porfiados para seguir creyendo, contra toda evidencia, que la condición humana vale la pena, porque hemos sido mal hechos, pero no estamos terminados.
Ojalá podamos ser capaces de seguir caminando los caminos del viento, a pesar de las caídas y las traiciones y las derrotas, porque la historia continúa, más allá de nosotros, y cuando ella dice adiós, está diciendo: hasta luego.
Ojalá podamos mantener viva la certeza de que es posible ser compatriota y contemporáneo de todo aquel que viva animado por la voluntad de justicia y la voluntad de belleza, nazca donde nazca y viva cuando viva, porque no tienen fronteras los mapas del alma ni del tiempo.
Eduardo Galeano
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