En el tema de los derechos de autor y la defensa de los "creadores" se habla constantemente de la necesidad de proteger a aquel(os) que con su esfuerzo individual (o colectivo, pero siempre dentro de unos límites claros de un grupo de personas bien definido, con límites claros) logran producir obras o proyectos que puedan ser disfrutados por la sociedad en general, previo pago de una compensación correspondiente por el esfuerzo "creativo".
La verdad es que no tengo muy claro que sea posible el establecer límites tan precisos alrededor de la autoría. Porque queramos o no, estamos en constante intercambio con el mundo, con l@s otr@s, de l@s que recibimos y a l@s que aportamos, en comunicación permanente, queramos o no. Y pretender definir dentro de ese flujo constante lo que pertenece a cada individuo me parece algo ilusorio, como cuando se decidió dibujar desde despachos europeos las fronteras de las regiones de África para crear "nuevos" países.
Me parece interesante la reflexión que plantea John Holloway en su libro "Cambiar el mundo sin tomar el poder":
"Si el flujo social del hacer es lo que entrelaza las vidas de las personas, si es la formación material de un "nosotros", entonces la fractura del hacer colectivo que implica el capitalismo separa el entrelazamiento, separa los lazos individuales de la madeja. Si el flujo del hacer implica comunidad, una comunidad a través del tiempo y del espacio, entonces la ruptura de tal flujo desmembra toda posibilidad de comunidad.
La ruptura del flujo social del hacer trae aparejada la individualización de los hacedores. (...) (De esta manera) el punto de partida del pensamiento no es la persona-como-parte-de-la-comunidad, sino el individuo como una persona con su propia identidad distintiva. La comunidad puede, desde ese momento, ser imaginada sólo como el agregado de individuos discretos, como la unidad de seres en lugar de flujo de haceres."
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