"Platón (Fedro, 274b-275a) se hace eco de la resistencia del rey egipcio Thamus a aceptar ese “elixir de la memoria” que generosamente (!) le ofrece el dios Toth; barrunta que la escritura “producirá en quienes la aprendan el olvido, por descuido de la memoria, pues, fiándose de ella, recordarán de un modo externo,
mediante caracteres ajenos, y no desde su propio interior. Es mera apariencia de sabiduría, no su verdad, lo que así procuras a tus alumnos. Una vez hayas hecho de ellos eruditos, parecerán entendidos en muchas cosas, no entendiendo nada. Y su compañía será insufrible, pues se creerán sabios en lugar de serlo”.
mediante caracteres ajenos, y no desde su propio interior. Es mera apariencia de sabiduría, no su verdad, lo que así procuras a tus alumnos. Una vez hayas hecho de ellos eruditos, parecerán entendidos en muchas cosas, no entendiendo nada. Y su compañía será insufrible, pues se creerán sabios en lugar de serlo”.
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La escritura aparece —como desarrolla J. Goody (1990)— con “la formación de las ciudades y los imperios, es decir, con la integración en un sistema político de un considerable número de individuos y su jerarquización
en castas y clases”. Análogo afán moverá las campañas de alfabetización de los siglos XIX y XX, paralelas a la extensión del servicio militar obligatorio y de la proletarización, pues “hace falta que todos sepan leer para que el Poder pueda decir: nadie que esté censado puede ignorar la ley”.
en castas y clases”. Análogo afán moverá las campañas de alfabetización de los siglos XIX y XX, paralelas a la extensión del servicio militar obligatorio y de la proletarización, pues “hace falta que todos sepan leer para que el Poder pueda decir: nadie que esté censado puede ignorar la ley”.
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Las culturas de la voz dependen de las presencias (asamblea), las del texto de los re-presentantes (Estado).
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Las culturas sin escritura no pueden entenderse como culturas sin escritura, es decir, como algo que viene definido por su carencia: á-grafas, pre-literarias o an-alfabetas. Ni están antes de la aparición del alfabeto ni carecen de él (no se carece de lo que no se necesita). Concebirlas por una carencia, defecto o falta ya las presenta como defectuosas, viniendo así a resultar natural la corrección de su defecto, el relleno de la falta que se supone que las constituye. Pero lo suyo es otra cosa, son culturas de palabra, modos de vivir cuya cohesión y dinámica están apalabradas.
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Hoy ya no puede contarse con los dedos de la mano el número de comunidades indígenas que se resisten activamente a las campañas de alfabetización y escolarización, que, al secuestrar en escuelas a todos los críos de la zona, rompen la cadena milenaria de transmisión oral del saber que venía dándose mientras acompañaban a los mayores en sus actividades cotidianas.
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La escritura es abstracta; como placer, solitario. La escritura se dirige de una soledad a otra, articula individuos sueltos, los mismos que necesita una democracia censitaria. La oralidad, por el contrario, reclama presencias, no representantes. Presencia de los otros en torno al pozo comunal o alrededor del fuego: leyendas, cuentos, fábulas, proverbios, enigmas, mitos, cantares, dichos... van grabando en los cuerpos de la
comunidad iletrada su historia. Una historia no escrita de una vez para siempre, no atada a la letra y a sus ineluctables acumulación y progreso, sino una historia rehecha cada vez según la ocasión, una historia sin cesar recreada y recreativa, una historia viva, cálida, ajena a los fríos de la letra inerte. La distancia entre la oralidad y la escritura es la que media entre el trato y el con-trato, entre lo comunal y lo des-comunal.
comunidad iletrada su historia. Una historia no escrita de una vez para siempre, no atada a la letra y a sus ineluctables acumulación y progreso, sino una historia rehecha cada vez según la ocasión, una historia sin cesar recreada y recreativa, una historia viva, cálida, ajena a los fríos de la letra inerte. La distancia entre la oralidad y la escritura es la que media entre el trato y el con-trato, entre lo comunal y lo des-comunal.
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nuestros códigos legales como formas de superstición e incultura. Y, sin embargo, la modernidad ha decretado —evidentemente, por razones humanitarias— su exterminio, al pie de la letra."
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