"Los pobres son, en su desamparo, peligrosos. La pobreza ha sido el humus en el que han nacido los episodios de agitación social más definitivos. La experiencia de pobreza, en los unos, y el espectáculo de la miseria, en los otros, han sido el detonante de la indignación social. Las utopías de un mundo mejor o las teorías revolucionarias, incluidas las marxistas, solo han fructificado en terrenos abonados con la indignación provocada por el espectáculo de seres impotentes y humillados.
En un momento como el actual en el que la izquierda necesita la complicidad de la derecha para subsistir -¿cómo pagar si no la factura del Estado de bienestar o la protección al desempleo?- los pobres son el resto de una tradición crítica que se ha quedado sin claros contenidos. Son el índice de un fracaso. No solo del fracaso de un sistema empeñado en identificar los intereses de una minoría social con los de toda la sociedad, sino del fracaso de la política occidental que nació con la idea de encontrar reglas de juego que valieran para el partido de los ricos y de los pobres. Esa confianza estaba fundada en la experiencia de la humanidad, expresada en los mitos más antiguos, de que la pobreza no es algo natural, ni merecido, ni irremediable, sino que es un empobrecimiento del hombre por el hombre. Lo natural, desde la Biblia a Rousseau, es la igualdad. La política quiere hacer cohabitar al rico y al pobre porque entiende que hay una relación nada inocente entre pobreza y riqueza."
No hay comentarios:
Publicar un comentario