Durante estos días se ha hablado del peligro de la desmovilización. Efectivamente, es una seria amenaza para nuestros barrios y ciudades. Pero al contrario del discurso que tanto se ha difundido, el peligro no es que la ocupación de espacios públicos para el debate, la protesta y la propuesta lleve a acudir menos a los colegios electorales. De hecho, en estas elecciones la participación ha sido mayor que en las de hace 4 años.
El verdadero peligro consiste en dar ya todo por hecho tras el recuento de votos y pensar que ahora es tiempo de que los políticos hagan y deshagan. El peligro es pensar que con el toque de atención de las concentraciones de esta semana el mensaje de protesta y de deseo de cambio real ya ha llegado a sus oídos.
Es ahora cuando es realmente importante seguir en movimiento, seguir dialogando, seguir construyendo espacios y alternativas comunes. Es mucho lo que se ha avanzado en estos días, pero no ha sido algo tan espontáneo como parece, sino que hay mucho más detrás, y esto es lo que ha permitido abrir tantas puertas y ventanas hacia el presente y el futuro. Un intento de reflejar esto es el mapa conceptual de la acampada.
Hay que cuidarse mucho, muy mucho, del efecto desmovilizador que las elecciones tienen sobre la vida cotidiana. Esa es la gran amenaza ahora mismo.
Nos vemos en los barrios.
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