Ayer escribía que la manifestación y la acampada post15-m podía ser una herramienta interesante de reflexión. A las pocas horas ha demostrado su capacidad clarificadora para mostrar que, efectivamente, como se corea en las concentraciones, "lo llaman democracia y no lo es".
Cuando la gente se agolpa en los países árabes para denunciar la corrupción y la injusticia del sistema que les gobierna, desde aquí se aplaude la iniciativa y se denuncia el inmovilismo o incluso la brutalidad de los gobiernos de turno. Pero cuando se comienzan a juntar unos cuantos en la Puerta del Sol, ese centro simbólico, se decide actuar como se ha denunciado que hacían otros, y se les pretende quitar de enmedio sin más. Para aderezar más el pastel, no faltan las muestras de violencia policial ni la censura.
Todo esto no deja de ser un ejercicio de torpeza, porque es evidente que no hace más echar más leña al fuego y animar a más gente a unirse a está dinámica de protesta que no hace sino evidenciar la distancia que hay entre los partidos políticos y la "gente de a pie", como se dice. Así, por ejemplo, una encuesta de Metroscopia del año pasado reflejaba que el 89% de los españoles cree que, cada vez más, nuestros partidos políticos tienden a pensar únicamente en lo que les beneficia e interesa; y en un medio tan poco de izquierdas como es El Mundo la amplia mayoría de gente apoya las reivindicaciones enarboladas por Democracia Real Ya.
Cuando la gente se lanza a la calle y se decide a dejar de callar, los que intentan tener todo bien organizado y controlado se ponen nerviosos. Ese es un buen síntoma, por lo menos de que algo se está moviendo. Lo que no hay que olvidar es que los riesgos del afán de control por parte del estado son muchos y peligrosos. Menos mal que al mismo se movilizan también alterntivas en defensa de lo común.
P.D. Un ejemplo genial de la esquizofrenia política lo ofrece Escolar en su blog (aparte de otras reflexiones), aprovechando declaraciones de Esteban González Pons: quién te ha visto y quién te ve.
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